Lo mejor, lo peor y lo meh 2018, por Harkness

Volvemos un año más con el repaso de lo más destacado de este año cinematográfico, y de lo menos. Seguimos con la imbatible moda de los superhéroes, que ya difícilmente puede considerarse una moda y es más bien un género en sí mismo. Los Oscar nos han vuelto a brindar un puñado de buenos títulos, y de naderías olvidables también. Algunos grandes nombres nos han decepcionado, a la vez que hemos descubierto nuevos y prometedores talentos. Es decir, este 2018 no se diferencia demasiado de años anteriores, marcados por el inquietante ascenso de nuevos formatos alternativos al cine de toda la vida, como Netflix, la continuación de la hegemonía de las series de televisión, la aparente decadencia y cerrazón del cine más típicamente palomitero y de gran consumo… todo ello dibuja, sin lugar a dudas, un panorama incierto para el porvenir del séptimo arte, para el que un cambio trascendental puede que esté por venir, o bien un conjunto de pequeños cambios que, sin darnos cuenta, serán cada vez más determinantes, para bien o para mal.



LO BUENO

Empezando por lo positivo, mencionaría hasta cuatro títulos que, de manera muy subjetiva, consideraría mis películas favoritas del año. Empezaría, si tuviera que quedarme con una sola, con El hilo invisible de Paul Thomas Anderson. Difícil destacar un solo aspecto, porque todo roza la perfección en esta obra maestra que aúna un clasicismo añejo con la modernidad visual habitual en este contador de cuentos turbios que es PTA, quien nos habla de la faceta más oscura del amor romántico y de las relaciones humanas en general. Lo mismo puedo decir de la oscura, aunque luminosa al mismo tiempo, Cold war, otra historia de amor violento y visceral en el contexto de la guerra fría y sus ideologías en conflicto, con la música como hilo conductor, que explora una complicada relación sentimental, como la vida misma, sin juzgar a sus personajes. El ángel es un thriller argentino, basado en hechos reales, sobre la figura de un carismático psicópata adolescente, que desde luego no opta por el camino fácil a la hora de retratar la monstruosidad del protagonista, sino que ahonda, con bastante humor negro, en unos asuntos tan espinosos como son la fascinación por el mal y el peligro de la libertad absoluta y sin trabas de ningún tipo. En último lugar, Un lugar tranquilo creo que es una auténtica lección de cine de terror y fantástico, a partir de unos moldes nada originales, es verdad… pero que deja en absoluta evidencia a supuestos “genios” como Abrams y Bayona, que matarían por poder hacer algo semejante, con el factor novedoso del silencio como elemento fundamental de la trama.


Un poco por debajo colocaría los siguientes estrenos: Tres anuncios en las afueras, o la nueva gamberrada del guionista y director Martin McDonagh, que nos ofrece buenos instantes de humor negro, denuncia social y unos personajes con corazón, por debajo de su habitual violencia. Lady Bird, cine autobiográfico y con bastante sentimiento, destacable por su frescura y por una carismática interpretación de Saoirse Ronan. Aniquilación, sci-fi que toca con coherencia todos los palos del genero, desde su vertiente más lúdica, con monstruos, fantasía y acción, hasta la más introspectiva, psicológica, incluso mística y reflexiva sobre el ser humano. Ready Player One, o el niño ingenuo que es Steven Spielberg mirándose en el espejo deformante de la posmodernidad, también tiene su interés. Vengadores: Infinity War es el capítulo culminante del inmenso serial de superhéroes que es el MCU, y como tal, solamente puedo decir que cumple con su función. Volviendo el género de terror, Hereditary es otra propuesta indie de A24 que acierta a violarnos la mente y a retorcer los tópicos de las posesiones y de las invocaciones demoníacas, para contar una historia realista sobre una familia, y sumamente jodida. Isla de perros nos devuelve al Wes Anderson de toda la vida, si es que alguna vez se fue, que parece moverse en la animación como pez en el agua y no resulta (quizás) tan cargante como en otras ocasiones, aún sin superar su encantadora Fantástico Mr. Fox. Purasangre es una recuperación de “noir” clásico, con su triángulo fatal de personajes, pero trasladando con acierto este esquema tan trillado a la mentalidad millenial actual. Vuelve Paul Schrader con El reverendo, recuperando sus obsesiones habituales y recordándonos a Taxi Driver; sin duda este hombre habría que inventarlo si no existiera, tomándose unos riesgos con esta nueva e imperfecta película que son de aplaudir. Quién te cantará, el retorno de Carlos Vermut, también es una prolongación de un universo muy personal, mientras que Petra, de Jaime Rosales, supone en cambio una cierta ruptura con el experimentalismo anterior de este señor, a favor de un mayor convencionalismo (una trama shakespeariana en toda regla lo que cuenta) que en realidad sigue siendo todo un desafío para el espectador, sin parecerlo. Lucky es un muy bonito homenaje al difunto Harry Dean Stanton, que con sus limitados medios, con el rostro peculiar y avejentado de este hombre, consigue ser un auténtico canto a la vida y también a la muerte. Acabo este apartado con Spider-Man: Un nuevo universo, un juguete pop excesivo, autorreferencial, manierista, en torno al personaje marveliano que comenzó la fiebre superheroica, a través de sus muy diversas encarnaciones, que bien podría ser su adaptación definitiva. Y más cultura pop la encontramos en la desconcertante Lo que esconde Silver Lake, una especie de delirante noir actualizado sobre las nuevas y cada vez más perdidas generaciones, que parece especialmente concebido para hacer explotar la cabeza del espectador. Desde luego es una firme candidata a mi habitual premio WTF del año y creo se lo voy a conceder, aunque mi impresión general es positiva.




LO REGULAR 

Entre lo menos bueno, fallido, aceptable sin más, etc. citaría Call me by your name, que me produjo muchos sentimientos encontrados, una película con momentos de una atmósfera muy lograda, de una gran sensibilidad y sensualidad… echados a perder por otros de un esteticismo petardo, relamido, por una apuesta por el artificio barato y la autoindulgencia que cuestionan gravemente a Luca Guadagnino como el gran cineasta que nos han vendido que es. Black panther, más allá del furor mediático que ha acaparado, me parece que aporta más bien poco a estas alturas del MCU, aunque tampoco creo que sea un truño. Con amor, Simon es una comedia juvenil con un tono muy repelente, como mil que se hacen por el estilo, aunque guarda cierto interés por cómo introduce el tema de la homosexualidad del protagonista en la típica trama sobre adolescentes de instituto; más un fenómeno social, pese a todo, que una película especialmente memorable, aunque ojalá contribuya a la cuestión que aborda, que es la de tratar el tema LGTB fuera del melodrama y de la denuncia. Muy chorra y olvidable Antman y la Avispa, y en cuanto a Misión Imposible: Fallout, otro más difícil todavía de nuestro amigo Tom Cruise. Noche de Juegos, una comedia simpática que tampoco es que aporte nada a la temática de adolescentes treintañeros (cuarentones ya) y sus tribulaciones. La muerte de Stalin, una sátira histórica-política que destaca por lo poco tratado del estalinismo y por su mala leche, aunque si la comparamos con el cine de Berlanga (con el que guarda una similitud considerable) y sus vodeviles delirantes llenos de personajes que vienen y van, pues sale perdiendo. El infinito me pareció una especie de proyecto de fin de carrera de Audiovisuales, con pretensiones de ser una propuesta filosófica, profunda y a la vez gamberra, que no cuajan del todo. Los perros es cine chileno sobre la dictadura, encorsetado en unas pretensiones simbólicas y de denuncia social. Los hambrientos, cine canadiense de zombies que intenta reanimar una temática muy trillada mediante una puesta en escena minimalista y original. Malos tiempos en El Royale, una imitación torpona de Tarantino y con ambiciones de gran guionista, no la veo tan mala como se ha dicho, aunque sí decididamente fallida, y que hace pensar lo que podría haber sido.


¡Ehhh, chaval! ¡No me pongas a la derecha, que soy de centro!






BERTÍN METIÉNDOTE MANO MIENTRAS TE DICE QUE CÓMO VA A SER ÉL MACHISTA, SI LE ENCANTAN LAS MUJERES


Acabo con lo peor del año, películas con posibles elementos de interés pero que no llegan al aprobado, o bien cine ideado por auténticos hijos de la gran perra que no deberían haberse acercado a una cámara jamás. Quizá sea un poco injusto meter en esta categoría La forma del agua, pero he decidido cargármela por sus intenciones de ser un cine blandito, complaciente, diseñado para gustar y ganar premios (objetivo conseguido, Guille), que desaprovecha unos temas muy sugerentes como son la otredad, la normalidad frente a la monstruosidad, y ni siquiera su estética de cuento de hadas es algo novedoso a estas alturas. Poco que añadir sobre la horripilante Un pliegue en el tiempo, cine familiar y pretendidamente progresista y multicultural que da como resultado un engendro inclasificable, un experimento a medio camino entre lo ñoño, lo infantil, por un lado, y la fantasía desbordada y surreal de una Alicia en el país de los Instagramers por otro… si el cine pudiera ser un crímen contra la humanidad, este sería un ejemplo bastante adecuado. Predator yo creo que es un mojoncete de un supuesto gran guionista desaparecido en combate y que ni siquiera parece saber coger una puta cámara y filmar una condenada secuencia sin que pueda verse absolutamente nada; por momentos puede hacer gracia, pero también da más pena que otra cosa. ¿Quién está matando a los moñecos? no es que tenga demasiada gracia como comedia, avanzando mediante un humor escatológico, burdo y sin demasiado contenido transgresor, más allá de “pervertir” en una trama policíaca a los típicos muppets de Henson. Viudas es otro petardo multipremiable que nos pretende lanzar a la cara un dramón social y comprometido, que no es sino un maldito tebeo de Mortadelo y Filemón, larguísimo, inverosímil, que no es posible tomárselo ni medio en serio, pareciendo también una serie de televisión ultracondensada artificialmente en más de dos horas. Me hierve la sangre cuando recuerdo el grandísimo bodrio que es Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald, otra entrega de esta absurda saga que nadie sabe qué es ni a dónde pretende ir (ni siquiera sus propios creadores), con un guión repleto de situaciones inconexas y personajes sin sentido ni justificación, adornado con un buen montón de CGI hecho como el culo para disimular la inmensa nada que es todo. Finalizo con Los fantasmas de Ismael, pajote mental francés sobre las neuras personales de un director de cine y sus relaciones con dos mujeres, que aspira a ser una suerte de Ocho y medio felliniano, superponiendo diferentes niveles narrativos y de realidad y ficción… recurriré, en definitiva, a la tan socorrida metáfora de la fiesta; esta película es algo así como una enorme fiesta, pero una en la que el único que parece divertirse es su propio director.


Finalizo recordando lo que me he perdido. No he visto aún Mandy, el locurote con Nicolas Cage, ni tampoco La balada de Buster Scruggs, lo último de los hermanos Coen, entre otras muchas. Me he quedado con ganas de ver Burning, de Lee Chang-Dong, pero tengo la ligera impresión de que el cine asiático, tan presente la década pasada con la moda del j-horror y de los thrillers surcoreanos, parece haberse desinflado bastante, al menos más allá de habituales de tales latitudes, como Kore-eda y Hong Sang Soo (niño bonito de la crítica actual, que sigue haciendo sus dos o tres películas por año, el campeón). Sí que ha vivido una auténtica eclosión este 2018 el cine de temática LGTB; Heartstone, 120 latidos por minuto, Carmen y Lola, Disobedience, Girl, las ya citadas Call me by your name y Con amor, Simón... y seguro que me dejo más de una en el tintero. Veremos qué es lo que nos depara este 2019.



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