La Autopsia de Jane Doe




Título: La autopsia de Jane Doe
Título original: The Autopsy of Jane Doe
Dirección: André Øvredal
País: Reino Unido
Actores: Emile Hirsch, Brian Cox, Ophelia Lovibond, Michael McElhatton, Olwen Kelly, Jane Perry, Parker Sawyers
Año: 2016
Duración: 120'
Crítico: Horacio Applegate







Valoración:





Dado que lo bueno, si breve, dos veces bueno, bien podría iniciar y rematar esta reseña diciendo únicamente que la película ofrece, en lo sustancial, aquello que su título señala: la autopsia, pormenorizada y sin escatimar disecciones, de una desconocida. Pero, como la capacidad de síntesis nunca ha sido mi fuerte y caería en el pecado de exceso de reduccionismo, conviene añadir alguna cosa más, comenzando porque La autopsia de Jane Doe es un notable ejercicio fílmico, que alcanzaría cotas aún mayores si en su tramo final no optara por deslizarse por sobrenaturales terraplenes epatantes y algún innecesario subrayado, abandonando las sugerentes sendas transitadas hasta entonces, bastante menos convencionales. Aunque, ni siquiera este nimio borrón evita que nos hallemos ante una de las mejores películas de terror a las que hemos tenido acceso en los últimos tiempos. 



Y todo ello con una encomiable economía narrativa y un minimalismo argumental que prioriza la atención por el detalle y lo atmosférico frente a la alharaca fácil durante la mayor parte de su metraje: un veterano forense y su hijo, que ejerce como ayudante, han de enfrentarse profesionalmente (y no solo) a la autopsia del cadáver de una misteriosa joven que ha aparecido semienterrada en el escenario de un crimen con el que parece no guardar relación. El reto excederá sobradamente la mera rutina laboral a la que están acostumbrados. 



La primera hora es realmente magnífica, con una esmerada gradación de la tensión, partiendo de materiales aparentemente tan básicos como los señalados y sustentada en lo primordial por la conversación, de cierto tono profesoral, entre un padre que trata de transmitir sus conocimientos a su hijo mientras ambos trabajan en una morgue que se erige en decorado y escenario casi único (y bastante claustrofóbico) de la historia. A través de estas conversaciones, en medio de una autopsia que no omite detalles para regocijo de aficionados al gore, vamos conociendo mejor a los protagonistas, estupendamente interpretados por Emile Hirsch y, sobre todo, por un enorme Brian Cox, hasta llegar a una resolución final en la que el director apuesta por un giro más trillado que no estropea un balance altamente satisfactorio y bastante más convincente que la laureada Troll Hunter de su propia autoría. 



El Premio Especial del Jurado en el Festival de Sitges se me antoja un más que merecido reconocimiento para una película que ojalá disfrute de un recorrido comercial a la altura de sus muchos méritos.

 
 





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