El Corredor del Laberinto: Las Pruebas




Titulo: El Corredor del Laberinto: Las Pruebas
Título original: The Schorch Trials
Dirección: Wes Ball
País: Usa
Actores: Dylan O'Brien, Thomas Brodie-Sangster, Kaya Scodelario, Ki Hong Lee, Giancarlo Esposito, Aidan Gillen, Patricia Clarkson, Rosa Salazar, Nathalie Emmanuel, Jacob Lofland, Dexter Darden, Cazi Greene, Alexander Flores, Gary Hood, Lili Taylor
Año: 2015
Duración: 131'
Crítico: Serdna







Valoración:






Hace un año se estrenaba en nuestras salas El corredor del laberinto, una insulsa adaptación de alguna saga surgida a la sombra de Los juegos del hambre, al estilo de Divergente y similares. Copia de una copia, pastiche de un pastiche, la película, como era natural, tuvo un paso muy discreto los cines. Lo sorprendente es que los productores llegaran a recaudar lo suficiente como para animarse a rodar esta secuela, que llegará a los cines el viernes 18.


Como posiblemente no llegaseis a ver la primera (y en caso de que lo hicierais, seguramente ya se os habrá olvidado), vamos a recordar brevemente de qué trataba. La cosa iba de un futuro postapocalíptico en el cual una catástrofe ha provocado que se sequen los océanos y que surja un extraño virus, colapsando así la civilización. Ante este panorama, una empresa farmacéutica (o algo así), con el nada sospechoso nombre de CRUEL, descubre que el antídoto contra el virus se encuentra en una enzima que generan algunos jóvenes cuando se encuentran en situaciones de estrés extremo. Así que la empresa no duda en secuestrar chavales y meterles, amnésicos, en un laberinto innecesariamente sofisticado, con paredes que se mueven solas y monstruos creados mediante ingeniería génetica. Sí, supongo que sería igual de efectivo meterlos sencillamente en un zulo, pero así no habría película. Al final, los protagonistas conseguían escapar del laberinto con la ayuda de una especie de grupo insurgente que, por alguna razón, peleaban contra la Corporación Umbrella, digo… bueno, ya sabéis. Pero, ¡sorpresa! El espectador descubría en el último momento que en realidad esos rebeldes estaban también controlados por los malos y que todo era un truco para… algo.
 
¿Absurdamente rebuscado, verdad? Pues esta secuela empieza justo donde terminó la anterior. A los protagonistas les lleva sólo unos diez minutos descubrir que sus rescatadores no son de fiar y a partir de ahí se inicia una especie de interminable y tediosa road movie por parajes postapocalípticos que ya de corredores tiene poco, y de laberintos, menos.


Si la primera entrega era una especie de refrito con resonancias lejanas de El señor de las moscas que se podía seguir con moderado interés, ésta directamente, no sabemos ni lo que es. A lo largo de sus más de dos horas de duración, vemos una sucesión sin fin de tópicos y lugares comunes, anodinas escenas de acción y guiños a cosas que están de moda (vemos a Aiden Gillen interpretando a un malo malísimo no muy diferente de su Meñique de Juego de tronos, a zombies encadenados salidos de The Walking dead, o terribles tormentas eléctricas en el desierto, que nos recuerdan demasiado a Mad Max: Furia en la carretera), todo ello hilvanado por una narración reiterativa y estirada, que utiliza de ex machina de manera compulsiva como único recurso para solucionar conflictos. Dirección plana y personajes que consiguen importarnos en una película de autobús que sólo puede servir para ayudarnos a echar una siesta en un viaje Madrid-La Coruña. 


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