El rey (serie de TV)





Director: Norberto López Amado

País: España

Actores: Fernando GilChristian AgenoJorge ClementePedro MatosMarta Belaustegui,Cristina BrondoPatrick CriadoJosé Luis García PérezFrancisco MerinoAdriana Torrebejano

Año: 2014

Duración: 225'

Género: Fantástica/Ciencia-ficción

Crítico: Harkness y Serdna


Puntuación: 



La propaganda del Régimen del 78 en general, y las ficciones monárquicas de las televisiones españolas en particular, son siempre una fuente inagotable de risas y de vergüenza ajena. Ahora, de la mano de Telecinco, llega El rey, la historia épica jamás contada de Juan Carlos de Borbón. 

Sí, tal como suena, un biopic del rey, el hombre más campechano de la Tierra, el señor de la cadera de titanio, el hombre lleno de orgullo y satisfacción, misterioso motociclista que vela por el bienestar de todos los españoles y por la aniquilación de todos los paquidermos. Y la pregunta es ¿A quién se le ocurriría producir algo así? Más aún ¿A quién coño le puede interesar ver algo así? En momentos delicados de crisis e inestabilidad política, cuando el prestigio borbónico más se encuentra comprometido por culpa de escándalos de todo tipo, está claro que algún poder en la sombra se ve obligado a movilizar los engranajes de la propaganda, y el resultado es nada menos que esta miniserie de tres episodios para la televisión, en la línea de anteriores aberraciones biográficas perpetradas últimamente como Felipe y Letizia: Querer y deber, que parecía ser el culmen de la parodia involuntaria. Pero todo indica que, vaya, no se quedaron a gusto...

La infanta Cristina tratando de robarle el bocadillo a su hermana para llevarlo a Suiza.

Este panfleto de exaltación borbónica contiene momentos absolutamente impagables, todos ellos buscando presentarnos al antiguo monarca como una especie de superhéroe. Por ejemplo, días antes de su boda, Juan Carlos se lesiona el hombro practicando artes marciales. Durante la ceremonia se muestra dolorido y Sofía se lamenta de que no vaya a poder cogerla en brazos, ¡pero se equivoca! Ignoramos si la anécdota es real o ficticia (bueno, "real" es, nos referimos a si pasó de verdad), pero eso es lo de menos. Son los problemas de intentar hacer hagiografías de personajes cuyo único mérito es existir, que te ves obligado a convertir en hazañas heroicas hechos tan triviales como conseguir abrir una lata. La campechanía de Juan Carlos es llevada a extremos bastante delirantes, el hombre es tan buenazo que ayuda a todos los que le rodean como si fuera una especie de hada madrina o de “rey-Amelie”; por ejemplo, cuando es pequeño, le regalan unos bombones y los comparte generosamente con sus amiguitos del colegio (por cierto, no quiere que le llamen alteza, sino “Juanito”), ayuda a su hermano pequeño a montar a caballo, e incluso durante su entrenamiento militar le echa una mano al típico recluta patoso, ante las amenazas de sus malvados supervisores. 

Como todos las producciones televisivas sobre Juan Carlos I, ésta hace el ridículo por dos razones principales. La primera es la que acabamos de comentar, la exagerada, excesiva y forzada idealización de un personaje que, en el mejor de los casos, resulta gris y moralmente ambiguo. Nos lo presentan como a una pobre víctima de su cargo, un sacrificado y desprendido patriota que cumplió su deber para con su país, en ningún caso un colaborador y continuador político de un dictador a quien doró la píldora (cualquier cosa que hiciera es justificable). La segunda razón es, precisamente, la esquizofrenia ideológica con la que presentan siempre a Franco. Por un lado es un malo malísimo, un supervillano de tebeo que ordena sentencias de muerte mientras lanza papeles al aire, atraviesa a sus esbirros con la mirada y suena de fondo lo que parece una imitación cutre de Hans Zimmer. Pero por otro lado... es al fin y al cabo quien legitima a Juan Carlos, así que también le vemos en algunas escenas como un rey anciano y mágico de cuento de hadas, anunciándole al joven Juancar que quiere que sea su heredero, se sonríen, se estrechan la mano y suena música sentimentalona. Su relación llega a tal extremo que en una escena van en coche a presidir el desfile del 18 de julio y Juan Carlos se duerme sobre el hombro de Franco ¡Metáfora! 



Si tuvieramos que quedarnos con sólo uno de los tres capítulos, sería difícil, pues todos ellos alcanzan un buen nivel de caspa y de cutrerío, cutrerío por partida doble; tanto en el trasfondo ideológico manipulador como en la deficiente calidad audiovisual del producto, malamente dirigido, torpemente narrado y mediocremente interpretado. Básicamente, la parte de la infancia es “Harry Potter”, con nuestro monarca en el colegio siendo amenazado por un cura malvado y cabronazo que hace las veces de Snape. La parte de la adolescencia es “El diario de Noah/Juancar”, con el rey yéndose de picos pardos y dejándose arrastrar por su genética borbónica; aquí es donde tiene lugar su historia de amor prohibido por las circunstancias sociales con una aristócrata jamona y escotada llamada Olghina, viviendo acaramelados momentos entre los que destaca la cumbre de la serie, un beso tendidos en la playa mientras una ola pasa por encima de nuestros protagonistas, en lo que es un plagio descarado de la famosa secuencia de De aquí a la eternidad y un topicazo como una casa, que parece imposible que alguien pretenda reproducirlo hoy día y pretender seriedad. Finalmente, el último segmento es “Juancar: La leyenda renace”, abordando el momento más decisivo de la vida del rey, sin que escaseen los instantes de taparse la cara del bochorno. Es como un capítulo de Juego de tronos a la española, con “la collares” como Dama de las espinas, queriendo joder a Juancar y compañía.

En realidad no se están dando el lote, es sólo que Juan Carlos acaba de tener la primera de sus míticas caídas. 

Los actores, lamentables, cosa que no nos sorprende. Los niños y los jóvenes lo hacen muy mal, pero quien se lleva la palma es la actriz que hace de Sofía de Grecia, posiblemente la peor intérprete de la historia, cuya monótona y forzada inflexión se junta con su inexpresivo gesto facial para aparecerse en tus peores pesadillas. Por otra parte, el Conde de Barcelona (padre del rey) es el único personaje interpretado de manera digna, nada menos que por el doctor “Woson” de la obra maestra Holmes & Watson: Madrid Days de Jose Luis Garci, que imprime carácter a su actuación con su voz ronca y mala follá. Pero no... no es el único actor de dicha película presente aquí, sino que también contamos nada menos que con el mismísimo Holmes en persona... el mayestático Gary Piquer, con la solemnidad, el carisma y la presencia que le caracteriza, en el rol de Torcuato Fernández-Miranda, abogado y maestro Jed... digo mentor intelectual del rey. Ver a Holmes dando lecciones de derecho político a Juancar, escribiéndole los discursos y planeando traer la democracia no tiene precio.

Holmes & Watson. Estoril days.

Por lo demás, todo muy empalagoso y muy cursi, son todos tan bondadosos que dan asco. Se llevan la palma las escenas con los niños y los diálogos con un matiz profético (en plan, “Adolfo Suárez, nos vamos a llevar bien con este hombre, je, je” cuando conocen al futuro presidente). Nos deslizan incluso ciertos toques de humor, humor borbónico, en forma de gracietas y gags visuales como Juancar cayéndose de la cama, asustándose de un ratón... de lo más entrañable todo, no cabe duda. La narración abunda en elipsis repentinas que parecen olvidarse de lo anterior, siendo necesarios letreros explicativos, y repentinos cambios en la personalidad de los personajes, como el Conde de Barcelona, que pasa de la rivalidad al afecto, del odio al amor hacia su hijo, ¡incluso en la misma secuencia!


Momentos de altura:  

-La muerte del hermano de Juancar por culpa de un accidente con una pistola. De un suspense que haría hacerse caquita a Alfred Hitchcock. La pistola es un regalo de Franco, quien se la entrega a nuestro héroe con música siniestra de fondo y como si fuera el anillo único. Tras el nefasto accidente, el padre se libra del arma... tirándola por un acantilado.

El escudo del Capitán América en la habitación de Juan Carlos. ¿Un easter egg de cara a la Fase 3?

-El general de Franco. Siempre es el mismo general, se ve que no tiene otro. El pobre hombre se encuentra constantemente acojonando ante la malignidad suprema del tío Paco, asintiendo constantemente a todo lo que le dice y obedeciendo sin rechistar. Uno casi espera ver al pobre hombre orinarse encima, cual esbirro de Torrente 2, pero no se da el caso. Como todo el mundo sabe, el franquismo era Franco, él era el único malo malísimo y quienes le rodeaban no tenían culpa de nada. 

-Un bonito y oportunista plagio de Terrence Malick, con el pequeño borbón en un idílico entorno acompañado de una mariposa. QUÉ BONITOOOOOOOOO.


-El desenlace. De fondo, se oye el 23-F mientras vemos a padre e hijo reconciliados, navegando despreocupadamente al más puro estilo megalómano y norcoreano, en lo que es otra gran metáfora, el jefe de estado como timonel del país y capitán de la democracia... Sin comentarios.

-ESTORIL. La palabra mágica. Es la localidad portuguesa donde tiene su centro de operaciones la monarquía en el exilio, pero se ve que a los responsables de la serie les suena muy bien y aprovechan cualquier oportunidad para decirlo, repitiéndolo ad náuseam. Podría sacarse un juego de beber de aquí perfectamente, en el último episodio contamos la puta palabra “Estoril” al menos unas nueve veces. ESTORILESTORILESTORILESTORIL... el diálogo podría sustiturise así y nadie notaría la diferencia, lo juro. Al final del tecer capítulo descubrimos el porqué de tanta insistencia:

Estoril, ciudad de vacaciones. 

Vean El rey, diversión asegurada para todos los españoles que aman la libertad.



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1 Comentarios somieriles:

ESTORIL

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