Francofonía


 







Titulo: Francofonía
Director: Alexandr Sokurov
País: Francia
Actores: Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Jean-Claude Caër, Andrey Chelpanov
Año: 2015
Duración: 87'
Crítico colaborador: Tatiana Gómez


 Valoración:





Francofonía – Cuando el arte prevalece sobre la masacre


Trece años después de adentrarnos en el Museo Hermitage de San Petersburgo con El arca rusa (2002), Alexandr Sokúrov nos transporta de nuevo a los propios cimientos de uno de los museos más importantes de Europa: el Museo del Louvre. Sokúrov se permite hacer una mezcla de géneros que realmente no considero muy habitual... Francofonia es una composición entre documental de National Neographic (o de la 2, en el plano estatal), un drama político-bélico y una declaración de intenciones.

La historia se enmarca en el contexto del París de 1940, en plena 2ª Guerra Mundial. Con “documental” no quiero decir que toda la película sea en voz en off y hechos históricos, no; al menos no del todo. También existe ficción dentro de Francofonia, pequeños fragmentos en los que nace la historia de un productor (el propio Sokúrov) que da la espalda al espectador durante los 88 minutos de película. Este productor introduce una pequeña historia con un marinero llamado Dirk, con quien habla en determinadas ocasiones a través del ordenador pero de una forma muy difusa; puesto que Dirk se encuentra en alta mar tratando de llevar unos contenedores valiosísimos en los que hay diversas obras de arte. Todo ello es una metáfora sobre la existencia del arte en un gran océano embravecido que es el mundo.


Precisamente este es el tema en cuestión de Francofonia, la lucha por mantener el arte vivo, pero claro, esto no sólo depende de los museos y de los propios dueños de los mismos… aquí entra otro tema que se plasma inevitablemente en toda la película: la política. Sí, la política, esa gran cabrona que mete sus narices en algo tan bello y tan “puro” como el arte. La película cuenta esta relación entre el dueño del museo del Louvre en 1940, Jacques Jaugard; y el conde Franz Wolff-Metternich, un francés muy francés (palabras textuales) y un influyente hombre de la Alemania nazi. ¿Y qué puede llegar a unir a un “gabacho” con un nazi? Exacto, el arte.

Tanto Jaugard como Metternich tienen un único objetivo que les une a pesar de ser de bandos contrarios: preservar el patrimonio artístico del Museo del Louvre, un lugar emblemático no sólo para los franceses; sino para Europa entera. La lucha por salvar el arte en un mundo de destrucción y constante desolación enmarca toda la película en un enorme catálogo de obras pictóricas imposibles de obviar. La continua búsqueda de la preservación de la cultura es el motor dramático de estos dos personajes que parecen muy distintos; y gracias a ellos aún a día de hoy podemos visitar ese maravilloso museo con miles de obras… impecables.



Pero no todo es maravilloso en esta película, no todo es impecable, hay pequeñas manchas que emborronan la armonía de Francofonia. Esas manchas son las apariciones de Napoleón
Bonaparte y de Marianne (quien representa los valores de la República Francesa en el cuadro de “La libertad guiando al pueblo”, de Delacroix), puesto que aunque anteriormente aparecen personajes históricos en fotografías mugrientas y antiguas; en estos dos casos en concreto deja de ser verosímil. Estos dos personajes SOBRAN de una forma indudable, porque más que apoyar y cimentar los valores que Sokúrov ha intentado plasmar en la película; hacen pensar al espectador y no de una forma muy buena… A mí, personalmente, me recuerdan a las recreaciones de Cuarto Milenio; que igual terroríficas no son mucho, pero en mi opinión son bastante patéticas.



Una de las cosas que más me ha sorprendido de Francofonia es el montaje maravilloso, ese toque de otra época, esos colores viejos; secos, tristes. Tampoco puedo dejar de alabar que esa voz en off que permanece durante casi todo el filme inste al espectador a reflexionar sobre la verdadera importancia del arte, sobre los cimientos y las revoluciones que tuvieron que llevarse a cabo; sobre preservar algo tan estimulante como es el arte.

Una vez más lo ha vuelto a hacer, señor Sokúrov; y ojalá no deje de sorprendernos nunca



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